Este es el sitio poético de Laura Martínez Coronel.

NO ES CHACOTA LA VIDA

No es chacota la vida.
La tomarás en serio (…)
Tu más serio quehacer será vivir.
NAZIM HIKMET
I

Hace un tiempo mi hija menor escribió un relato que por previsible no es menos
sorprendente. Fue como una cuchillada certera en el ventrículo imprescindible,
alertando de una grave amenaza ante el derecho de supervivencia de sus
contemporáneos. Su generación intenta incansablemente romper varios
paradigmas aplicando inclusive medidas rigurosas que tratan de enseñarnos.

Les hemos legado un mundo con sinuosos senderos inhóspitos que los obliga
a escupir el alma en cada esquina, contaminado por los aerosoles del aroma
bonito que pretende borrar los vapores de ciénaga que escupen los sarcófagos,
no logrando otra cosa que herir el paisaje que les pertenece.

-Nosotros SI cuidamos el medio ambiente- dice a modo de sentencia mientras
recoge bolsas y envases para llevarlos a la basura.
 Ese “sí” rotundo no oculta el dolor ni la impotencia indicando que tanto que yo como la mayoría de mis
compañeros de almanaque lo hemos dejado en estado deplorable, algo
indiscutible, ya que es también el infierno en el que malamente trato de sonreír
tosiendo a causa de una bronquitis crónica que cada tanto inclemente me
recuerda aquellos tiempos de juventud nunca perpetua en los cuales miraba
con desdén todo lo que indicara mi condición de simple mortal y me intoxicaba
tan torpe como desafiante con tabaco.

En el cuento hablaba de su resignación al tener que caminar sobre un
derrumbe “si solo restan escombros después de tantos experimentos
cuestionablemente exitosos, hay que aprender a apreciar el polvo de las ruinas
sin agitación”

Empapada lentamente por una tierra que entregaba manzanas al silencio de su
boca herida, la niña carente de seguridad para improvisar siquiera una suerte
de protección posible describía en la última escena un apocalipsis con el que al
final de todas las acrobacias y sus parafernalias acústicas no habíamos
contado nunca. El mundo estaba lleno de plagas, enfermedades que nadie
podía curar, y el cielo estaba cubierto por la bruma volviendo la atmósfera
irrespirable.

Algo así como aquel verso del poeta turco Nazim Hikmet “la gran noche ha
llegado junto a mi/ ahora puedo contemplar el mundo tranquilo y sin
agitación”, tan sabio como triste.

Mientras se lavaba las manos con cuidado este domingo en la cocina dijo” El
coronavirus vino para enseñarnos algo ¿Viste que los animales no se
enferman? Tampoco daña mucho a los niños “

Me miró de reojo, dijo que no olvidara mantener la higiene, que retirara de una vez los aerosoles que
seguramente irritaban mis bronquios “que suerte que ya no fumás” agregó.

II

En este pequeño país la prevención es fundamental.
Cuidarnos para cuidar es la mejor manera de que no colapse un sistema que
no cuenta con muchas riquezas materiales. Aunque podamos hablar de
personas comprometidas y valiosas que lo dejan todo para atender a otros los
recursos pueden escasear si son muchos los enfermos que necesiten ser
auxiliados.
El haber alimentado a nivel mundial el egoísmo y el desamor, nos llevó
inicialmente a la pandemia de la ceguera, que alejándose ahora de todo lo que
nos recuerde el famoso ensayo de Saramago, nos pone en jaque ante virus
invisibles poderosamente letales condenándonos posiblemente a morir en la
más completa soledad. Para sortear esto nadie tiene “coronita” quizás por eso
hasta su nombre nos habla de nuestra soberbia tan grave como profundamente
torpe. Conductas de este tipo son claramente peligrosas.

III

Encadenados como imposibles “prometeos” a extraños maderos, nos hemos
posicionado estúpidamente como súbditos ante el universo de las cosas del
mismo modo que el otro se iba desdibujando como un fantasma herido en un
sitio de voces múltiples diciendo algunas frases día a día más ajenas e
inentendibles. La otredad en la lejanía soportando el tajo, sofocada, como bajo
un viejo lienzo en desuso perteneciente a un siglo que ya no logramos
recordar.
Quizás por eso tomar conciencia de la gravedad de lo que pasa nos cuesta
tanto.
Parece que los más vulnerables son los ancianos y después de todo en la
sociedad “Dorian Grey” donde nadie quiere envejecer y frente a la primera
arruga rompe el espejo, ellos son las astillas que es mejor desechar ya que nos
muestran excesivamente desnudos y frágiles por lo que “no hay que
preocuparse tanto, peor es lo peor “.

 Formamos parte de un colectivo y la
solidaridad no es solo una palabra bonita.

Hay quien se considera inmortal, nos rodea una suerte de “nomeimportismo”
letal como la plaga de langostas más cruel, pocos utilizan el sentido común,
total, hay que explicar lo obvio y “es el menos común de los sentidos”. Todo
queda como puede uno ver reducido a una seguidilla de clichés que a veces se
convierten hasta en estampas con lo que no debería de extrañarnos el cero
compromiso con la suerte ajena de algunos ejemplares de nuestra especie,

como una de esas coreografías pretendidamente jocosas donde todos se
encojen de hombros.
La primera epidemia es la tristeza de nuestro comportamiento, banalizando
todo lo serio, más allá de que el humor sirva para desdramatizar situaciones no
podemos desatender que no contamos con valor más grande que la vida. “Hay
que tomarla muy en serio, que no es chacota”

IV

-Pobre pequeño pájaro-decía el niño, tratando de salvar la paloma herida
limpiando la sangre oscura abriendo las plumas del cuello mortalmente herido.
-Lava la calle o correrá por ella un río turbio, no nos salvará el Oráculo de
Delfos, la tarea es ardua y es nuestra. Siempre hay quien derrama veneno
doloroso de espaldas a la gente repitiendo “lo más grave nunca llegará”-
Lo más grave está pasando ahora y la calle no está en el extremo opuesto de
la mala edificación donde los nidos caen incesantemente sino sobre la ciudad
dormida que parece bajo el efecto de una droga feroz.

-Es hora de que despiertes. Hay gente que corre, mujeres que gritan, los niños
pequeños están con hambre, van recogiendo tristes migajas, miran las ratas
engordar, si alguien las abandona las llevan para saciar el hambre.

-Esa historia que cuentas es antigua y triste-

-Sigue sucediendo. Todo parece habitar en un lugar lejano, donde la gente se
esconde en cavernas y apenas concibe la existencia del fuego. Tirita de frio,
alguien dejó el mar abierto como si fuera un grifo que se desbordara. Veo
peces ahogados. Abrieron sus vientres y estaban repletos de plástico. Una
Orca no quería dejar ir su pequeña cría inerte. La llevaba sobre sí. Todo
sucede en el país de las ruinas de las extrañas ciudades desiertas donde
muchos ya no saben llorar.

Lejos, siempre lejos, aquí nada entrará, ni la muerte ni el dolor quieren venir de
visita, sienten una rabia ciega y no van a abrir las puertas vetustas y pobres de
esta pequeña caja donde se guardan los secretos de lo que no ha sucedido
nunca.
Ese que entorna los ojos como un delicado insecto que pudiera devenir en
mariposa es el próximo niño por nacer. Cuídalo. La clase que daremos hoy es
sobre el amor.

El amor es responsabilidad, cuidado por el otro. Este no ha de borrarse sino
que su presencia crece y nos indica los límites, para que dejemos que habite
libremente en su espacio, ese lugar que no nos pertenece, pero por el que
debemos velar ya que su belleza es interminable.

3 comentarios:

  1. Gracias por compartir tu arte, es un llamado al pensamiento y un ejercicio de buen decir,

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Blanca.Sé que me seguiste por mucho tiempo.Pero bueno, tenía intervenido el blog.Ahora se puede entrar y seguir de nuevo.Un abrazo

      Eliminar
  2. Conocí tu obra luego que nos dejaras el 5 de junio.
    Espero que desde donde estés sigas produciendo esos profundos versos que derrochan uruguayes.

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