Música de mí que hago con las manos llenas de claves
tiemblo en los dedos con soles de do y sin mamparas
pienso en el corazón despienso en el alma grito sobre los bordes trapecio insiste
No da la noche para el amparo no da la cabeza aguza el cuello
no va a mirarme desocupada de mí por eso no me traduce
me emocionan los caracoles inválidos las larvas en el musgo
la mujer que salió desnuda ardiendo
y dejó sobre la mesa sin pizca de distracción un número y una lápida
aún hoy navega en silencio.
Expreso que visto con rigidez invierno un brazo obsceno de vida
un patio trivial, tenaz, con títeres empapados por el suelo.
un espectro de voz requiere la animosidad de un par de sienes
A través de mi se ve la calle que te nombra.
(Imagen: Emiliano Di Cavalcanti, Brasil)
Transparencia, levedad, paradógicamente, con presencia total, dejar ver los mundos a través y permitir que otros mundos se entrecrucen con el propio, descarnarse para ser humama. No, no hay tradución ni intérprete para esa entrega. Me conmueves en extremo, me penetras, Lauramiga, gracias.
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