
Aún conozco
de tus brazos la brevísima existencia
de un paraguas
Un sacudón de la histeria
lo convirtió en el aire
en una gata.
Era negro, estaba vivo
y lo hundías en mis muslos
entre caricias fluidas
y batallas.
Que el diablo no te ampare.
Que un una multitud
Rías y estalles.
Aún conozco tu franja de desaires
tu bravía escandalosa ruta de las ocho
el bramido sin medida de la lástima
y aquella dulce ecuación
y alguna pequeña canción
vestigio de moscas en celo
o palomas heladas
impunemente dormidas para siempre
en sus jaulas.
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