Por el huracanado grito
de los que tanto me amaron
y los vi dándose vueltas sobre la tierra desnudos y voraces
encogida de hombros
con todo el hastío
mientras la lluvia escurría su lienzo sobre las imposibles sábanas
del reencuentro
ahora muestro mi corazón herido de muerte
en el puño de una mano agónica
convulsionado histérico
rompiendo los vidrios de la lastimera médula enferma
para encontrar quizás
un vino que supiera del embriague fatal
y desprenderme dulcemente de todos los recuerdos
no quiero que me quede uno sólo
que se oxide el miedo
para huir para siempre
del embrujo distante en las paredes amadas de la historia
en dónde respiro el humo
órgano desolado
de una felicidad lejana
quieta
como una catedral con musgo en el desierto.
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