el apellido del jardín, los tentáculos del cuadro, los ojos que desaparecen en la última mañana
en Piriápolis
tú el rey que atraía las lamparas como un niño religioso
abandonaste un hueco en la ciénaga y oscuro
todos estábamos solos y muertos entonces
el gran silencio que rodea a los fotógrafos ciegos
una armadura de luciérnagas heladas
las piernas heridas una inagotable marea de ruinas
el cuerpo en la desolación de los números era uno
cuando te despedí llovía entre nudos de tabaco y bruma
"eras una vez una piedra" y estalla el fuego
escribiré un poema al tren que carga una manzana de cien años
huele a amoníaco
atrás de un camión extraviado en la madera perdí todas la esperanza
Ella tose melancólica mientras le colocan largos caños en su obesidad silenciosa
toda azul y con la madre que ha regresado de los ataúdes que no fueron
ella tose y también está al costado un perro en la noche que lee las palabras inútiles
la hipotermia del mundo ha matado las rosas
Los poemas de amor se destruyeron solos
la tierra se abre como un gemido
el cerrajero de la noche abre los pálidos acentos
y la niña gelatinosa se desprende de los puños
la encuentro en el catálogo nauseoso como una ojera de nieve sigilosa
hace mucho tiempo que ha perdido los ojos
para sobrevivir he tenido que sacrificar sin mohines discretos el mundo
las vértebras duelen por la memoria herida.
Un fantasma jadeante publica mi mano izquierda
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