
En esos lugares llenos de patios, estrellas, casas viejas
con sonidos de relojes perdidos en algunas paredes temblorosas
destrabando enigmas, concibiendo lo esencial
desconociendo el agujero desde el plomo convulso de un alma ciega
estuve esta madrugada con la niña del columpio.
La ví morir en nombre de las rosas violentas
abrir crisálidas con luces de farol
degustar de la piedras sus mariposas místicas
ser el libro mas oscuro de mi boca.
Oigo la noche sacudida por su vestido opuesto al mundo
mientras llueve en la habitación iluminada por relámpagos.
Blasfemia de esos unicornios sin artificio
tarea no delicada negar rasguños
papel marchito con tantos gestos de humo
siempre una historia que se reduce a la vaguedad de las famas
Si por un segundo me rehuso a ser esclava
abro la puerta de la vieja casa con sus medusas ardientes
me pierdo en la enmarañada hiedra urgente de flores rojas
soy un caracol esmeralda sobre un ladrillo quebrado
la esperanza microbial en la sala del concierto
ahogada por los violines, adormilada y amante
si solo por un instante
soy la calle y sus saludos
los niños imaginarios con sus pinceles palpables
la piel carnívora, el astro, lo singular, la penúltima explosión
de los árboles
las intactas y virginales caricias de la ternura
vaciadas por la locura en un cesto
donde el mar se pierde y las olas desmayan
Será que obtendré el perdón magnánimo de la raza
aunque ya sea imposible volver a llamarte hermana.
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