Este es el sitio poético de Laura Martínez Coronel.

VANINA

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Mañanas de sol como de espiga de trigo luminosa
Abril como un cuadro que desprende las hojas que crujen bajo nuestros pies
Abril mes de nacimientos, bello cuadro de van Gogh
Vanina

Desde el vientre a la luz
Naciste para encender la vida
Para poblar el aire de ternura
Con los ojos más bellos de los cuatro que he visto desde mí
Profunda mariposa de victoria
Desde tu crisálida de música
Hija mía
Hija del mundo y de la vida
Poblada de caricias
La maravilla de todo lo que a veces pocos logran ver y sin embargo
En tu corazón está latiendo una perfecta melodía inimitable
Bella criatura que al parpadear en el viento
Con pestañas que intentan ser los pájaros que
Aíslan la tristeza
Eres la fuerza que desborda para siempre cada uno de los sueños
Que algún día
Siendo una muchacha como tu
Tuve en mi alma
Y que espero que los cumplas ya que mi amor por ti es como el roble
Aire, tierra, agua y fuego
La vida Vanina
Que te espera desde aquel 14 de abril, inolvidable
Con los brazos gigantescamente abiertos.

ES LA BELLEZA,ESO.

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“Lo qué es verdaderamente inmoral es haber desistido de uno mismo”
Clarice Lispector.
I
Fue como si expulsaran de ti la noche, no la sombra dulce que cubre las heridas, sino la otra, la profunda, en la que nos extraviamos y no vemos ni la explosión necesaria de los veinte dedos en el agua, esos que han de volar, para traducir severas mutilaciones en poderosas alas.
A vos te arrancaron del tejido mismo de la vida, estabas de espaldas, tu rostro desdibujado, como quien se ahoga, sacudiendo el sol que luego ha de dejar de ver, y ante la indiferencia más aguda, no sin intentarlo todo, finalmente se asfixia. “Alguien vino para salvarte” decías.
Estabas detrás de las rejas, rodeado por murallas sin una sola rendija que volviera la soledad menos cruda y la realidad menos ardua. No pretendías no verla, te había conocido despierto, la realidad se toca decías, ella caerá sobre ti, piensa y siente, entonces te esforzabas para que resistiéramos todos.
El rayo caería otra vez y no iba a perdonarnos nada, ya no se resumiría al trámite de reponer electrodomésticos, sería un rayo bestial, y todo el parque con sus bellos pinos y algunas vegetaciones de profunda belleza cuyo nombre de azúcar nadie sabía, se destruirían por completo, hasta que el desierto de cenizas fuera la única superficie en la que podríamos pisar, aunque todo se moviera peligrosamente para cegar nuestra conciencia.
II
En el brazo izquierdo te habías tatuado una serpiente a modo de brazalete. Me acercaba a oler su sinuoso camino de venas infinitamente abiertas, del mismo modo que te escuchaba en la habitación sin luz eléctrica, solo con la ayuda de una vela leer las noticias en el diario. Eran aquellos años en los que estábamos aprendiendo a ser libres. Vos ya conocías de espesos muros, tu hijo que también sería mi hijo iría con los años a un lugar en el África y aprendería el lenguaje de otros muros impíos, pasaría allí horas, aguardando vanamente la alegría. Luego enviaría fotos desde un avión, niños descalzos sonriendo, “esa es mi felicidad, los niños, madre…voy a dejarles alimento, les compré unos juguetes cuando fui a elegir algo para llevarle a mis hermanas…”
Tengo la sensación de que el mundo siempre ha estado sangrando sus guerras infinitas. Te veo en el tiempo de la juventud, casi adolescencia, me sorprendía de las aguas en los azudes y corría para desprender sanguijuelas, quien descubre con el paso del tiempo que ahí ha conocido la dicha la lleva como un pacto secreto, presintiendo que pocos comprenderían.
Aquellos barrios en Melo, tan lejanos, Angélica abriendo las cartas de Tarot en los días de la reina del mar, los bailes al lado del fuego, la Babel mágica ininteligible, los brazos abiertos al cielo, los rostros transfigurados, el encanto de las “terreiras” y sus ceremonias que forman parte de la historia de todos los que nacimos en la frontera, sus rinconcitos amados para siempre.
A veces fui una espectadora y otras me dejé invadir por los movimientos circulares como ahora con los recuerdos fragmentarios que saben en qué momento nos invaden para decirnos que hemos sido fundamentalmente exploradores apostando a combatir cada cepo de los que tratan de imponer, y de los otros, siempre los peores, se colocan sin piedad, a esos sí que hay que tenerles mucho miedo. Vos me lo enseñaste.
III
Esa persona que hacía gala de su familiaridad desnuda con los que conocen los agujeros que pretenden enterrarnos me resultaba interesante. “despídete de la reina” dijo.
De la reina de la soledad es fácil despedirse cuando uno no quiere saber mucho sobre sus conductas palaciegas. No sé qué sucede al final de la vida o cerca de ella, tal vez uno regresa, saluda con cortesía, le da la mano y le invade la piel con abrazos de bienvenida, pero en los días en que todo huele a música que estalla pretendiendo evadir los monólogos, basta con cierta mueca despectiva, saludar a lo lejos, correr, abandonarse al viento.
Ahora que veo como se alejan las habitaciones trashumantes presiento la llegada de un rayo, te advierto que esta vez no bastará con la salvación de algunas máquinas, se reponen, tú dices que todo se repone, pero te desapareces y ahí ves la barbarie, no podés creer que va a borrarse lo que no querés ver, el dolor está, esa coartada no corre con ninguna suerte.
IV
Ahora me basta con ver un ojo flotando en una taza, ese ojo no es diferente a la mano herida que también vi sangrar y no hice nada, era una mano triste de otro, y los otros son esos, tan ajenos. Sin embargo, este ojo tiene que ser distinto y adquirir un sentido de vida sorprendente, me resistiré a escuchar la charla del asado en un sitio de gente que ya no es capaz de mirar, no puede estar atento, si es que el milagro aparece, justo en estos tiempos en que sentenciamos que hay que esperar por un resurgimiento de los artistas.
Lo humano, lo más humano es el arte, está enterrado esperando, debajo de uno o dos árboles quizás, mientras el mercado abre sus fauces gigantescas intentando devorarlo todo.
El arte sepultado por leyes de compra y venta, nadie vive lejos de la tierra, o en una isla de otro universo aun inexplorado, posiblemente habitable, pero al que no hemos ido nunca. Igual es solo detenerse a esperar, como en aquellos pasajes de algunos libros.
Solo un instante y volveré a nacer en cualquier otra persona del mundo, hombre, mujer, vientre que me recibirá, o tal vez en el abierto suspiro de los murciélagos que sueñan con desposar colibríes.
V
“Es la belleza, eso. Más que palabras inconexas que no importan u homenajes a constructores de versos coloquiales, todomodernosos, “ultrajóvenes”, algo que no se puede ver así nomás, hay que adiestrarse, y es desde el sitio donde el amor respira, quizás no lo conozco pero ese lugar no ha cambiado, deberíamos admitirlo al menos, después de los largos y extenuantes discursos como para retirar el diploma de gente de avanzada(¿despegados? como verá el lector pertenezco al siglo pasado y sí conozco algunas palabritas es por los hijos y nietos adolescentes)
“Deberías corregir esto, mejorarlo, darme un mundo respirable, me trajiste hasta aquí…”
“Ya sabes que te quiero”
VI
Escribir como quien construye cuidadosamente edificios para que no se caigan. Saber que en un mismo punto se une todo el tiempo. Toda cárcel, paredón o puente tiene un origen similar. Solo por eso repito de forma sostenida “nos queda la esperanza”.
¿Aún llevas tatuada la serpiente en el brazo en el que empuñaste un día un arma?”
“¿De qué arma hablas?”
“Educación. Recuerdo aquellos diarios que nos leías explicando cada párrafo. Luego subíamos la colina hacia la casa de Angélica. Dices que ha muerto desparramando cruces y emperatrices por el aire ¿Verdad que aún la queremos, que no vamos a olvidarla nunca? Ella era como la revolución.
Nosotros también somos sus manos de venas y arterias como extensos caminos, no desistiremos de la vida y sus mandatos de corazón gigante. Hasta el último día que ha de desembocar en el océano más amplio, andaremos con la frente en alto, subiendo la colina una y otra vez. En eso nuestro pueblo tiene sobrada experiencia.

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