Tú te dictas, desordenadamente
como una deducción intelectual razonable
pero apenas explota el desobediente espectro de la música
gimes
ensordecedoramente
como un grito pálido.
Vacilo, soy insecto titubeante, claudicable inconveniente
con la identidad subordinada a un manojo de estampidos azules
la nunca trivialidad del tormento, basta mirar las ventanas por detrás de los ojos
Uno llora la piel, mastica lóbregos indicios y se nace
todo comienza a vibrar desconsoladamente
pero tu belleza persiste con las aberturas nunca virginales
de la fiebre comezón de las estrellas.
Cólerica imprescindible, fantasía de la lluvia, desgarrón de la inocencia
alameda de sueños, conjeturas de fuego, las resplandecientes bóvedas
con los dedos elevados, grisáceos de túnel deshecho
donde el súbito latido de la desesperanza cabe
Fuere café o máscara del misterio
una simple ilusión en una mesa con viento
o ese profundo amor que sacude los párpados y los siembra por dentro.
Es una interminable hermosísima impura noche
el agua se quiebra
la realidad es el musgo
una flor diminuta como un hongo afelpado
y detrás el jadeo de los tallos frenéticos.
Aunque escribo en un mundo que apenas me contiene
tu cabeza me habita como un barco dormido sobre el mar de los sueños.
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