MARAVILLAS ATROCES:

un piano muerto, una feroz crisálida, un silencio oscuro, paisaje transilvánico de nombres
la armonía de una oscuridad secreta, una mano de espaldas a los gemidos absortos
párpados que se mueven al compás de un mosaico tibio
todo el mármol lúcido siendo viento como la piel que se desliza sobre la cama y duele
tan solo tu rostro y las piernas que veo desdibujadas en el espejo
imagino ángeles desvanecidos en el teatro del mismo modo que retiran los trajes desollados
alguien escupe sangre sobre mi rostro
subo como un vagabundo fragmentado al que le roban las imágenes
de su saco destruído se disparan en asfixia todas las palabras
no puedo comerme por entero las venas estranguladas y cianóticas de la morsa siniestra
no puedo desaparecer desnuda en el océano para respirarme
abro los senos y son aullidos sus bocas de segura sobrevida
no soporto la ridícula bondad de los vestidos para la exposición en los túneles
parecen escondidos pero sus múltiples tentáculos desgarran las luciérnagas
trampean a la noche
una botella rota se derrama sobre mi vientre
una metástasis de la luz interpela la madrugada
la humanidad es un árbol de maravillas atroces
el bostezo inmaterial de una ciénaga astuta
me esconderé para ser descubierta
conmigo vendrá la enredadera encima de la boca
incorpórea, maliciosa, enmascarada, agónica
veo la gata morir veo sus amarillos ojos de imposible loba
el silbido confuso de una mujer que habla en portugués sube conmigo los hoteles que siempre se derrumban
todo el amor es un piano muerto
no me recuerdes
yo lo he olvidado todo
tu nombre, la frente empapada de insectos, la fiesta trágica de la casa que habité en silencio
el campo interminable, los niños en la plaza fantasmal y el cementerio desde el cual los trashumantes huían para asistir a la ceremonia del bar
pienso en los libros perdidos y el fastidio me devora
de todos modos sé que encima de los días que nos quedan está un enorme reptil con escamas inglóricas
lloraré
no importa.