Un arco de manos en la plaza
un nombre una telaraña un muerto
la desolación dice la mujer que rompe la calle con un puño
hay gatos con ojos en la pared
gatos amalgamados con rayos
una mordida de espigas una guitarra exiliada
escondida en un minuto grito
subo desde la sangre respirando pueblo
un silencio gigante me rodea
un pie con abejas que se ahogan
soy todos los pobres días de la aguja el amor que se nutre de las grietas
un susurro de pecho que llueve y también falta.
Aquel sólido musgo de la trampaes la tierra de bruces por la boca del cielo
el volcán resplandeciente del espejo.
En el museo tejen una mortaja de corte irregular
y se empequeñecen los rostros delgados de la noche
mustia desdeñosa peligrosa luna
desplomadas ausencias de una vida que siempre continúa
con resplandor de frutas y tormenta
llego y el río abre sus ventanas
con su mesa invisible de soledad profunda
abren la herida de los subterráneos
y las banderas lavan los ojos de la ropa.
Cuando puedo regresar visito los armarios en el temblor de los números
el bosque es la felicidad que amenaza el territorio errático al que ya no llegas
pues estaremos dormidos en idéntico ruego
con el vapor quejoso de un mineral sonoro
los dos como si fuéramos animales suburbanos
los dos como si ahora viajáramos inmóviles por un tiempo de no perdernos.
Así se ama sabiendo que la vida transcurre sin nosotros traficantes de sangre en los cristales del viento.
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