No existe otra imagen que un trozo de frente garabateando sombra
piernas pulpa de ardiente muchedumbre hoscas mármol sangriento
la magnolia del sueño
la breve hora detenida en su primer cuchillo de muerte
He profanado la tierra
chispa monosílabica de horror resplandeciente
hay una lámpara oscura de lenguaje sucesivo perdida en un corredor
la espalda de su lengua y el tren que deshabita las metáforas
la mujer cae a mi costado, el olor del azufre, los días sucesivos
las manos me cuentan el cangrejo de la madre
bebo la placenta oscura de la noche
bebo el jardín incestuoso los párpados la madeja que fluctúa
soy el martirio que no ha de reposar
la roja escritura de un otoño envuelto con granito herido
soy aquella combustión del himno de las moscas en una siesta imposible
un chubasco de musgo en la esfera del maíz
el movimiento infinito de la luz naufragando
ella es matriz y se incendia
ella ha de venir por tí
como cada grieta y sus astros giratorios
el solsticio en un patio invisible duerme el destierro del mundo
hoy voy a brotar como un pan de miel y su candidez de bestia silenciosa
en la resurrección del círculo ha de gritar la entraña de la música
todo lo que olvido me separa lentamente de la claridad insoportable
en el otoño las luciérnagas sonámbulas, las criptas, los mutilados del amor
los árboles inasibles donde escribo y me detengo
calles con animales sonámbulos e inquietos
el vacío de muchos pájaros entregados a la hiedra en vorágine de trinos
corro por los pensamientos que ya no pueden pertenecer a la madera mística
son míos
dudo
hay un lápiz de pena inmaculada
una fracción de vida que se inclina
la aburrida filosofía de todos los comienzos
nunca sabré como desleer el sueño
si he de volver una mujer intacta en su imposible beatitud respirará escandalizada sobre las frutas
construyo jaulas con rapidez ósea
soy la artesana custodia de los nombres
la nada de barcos innumerables
el todo de la muerte desplomándose
en el profundo silencio vegetal de una conciencia cruel, condenatoria
la arquitectura de la cueva es un incendio latiente
Aún vivo en ella
con una claridad de vidrio transparente cuya grave crisálida condena
sin un gesto
sin rostro
ante la demolición absurda de un desasosiego nómade
cuyas claves conjuro amordazado desdibuja
sutil como un torbellino de sol innumerable
piernas pulpa de ardiente muchedumbre hoscas mármol sangriento
la magnolia del sueño
la breve hora detenida en su primer cuchillo de muerte
He profanado la tierra
chispa monosílabica de horror resplandeciente
hay una lámpara oscura de lenguaje sucesivo perdida en un corredor
la espalda de su lengua y el tren que deshabita las metáforas
la mujer cae a mi costado, el olor del azufre, los días sucesivos
las manos me cuentan el cangrejo de la madre
bebo la placenta oscura de la noche
bebo el jardín incestuoso los párpados la madeja que fluctúa
soy el martirio que no ha de reposar
la roja escritura de un otoño envuelto con granito herido
soy aquella combustión del himno de las moscas en una siesta imposible
un chubasco de musgo en la esfera del maíz
el movimiento infinito de la luz naufragando
ella es matriz y se incendia
ella ha de venir por tí
como cada grieta y sus astros giratorios
el solsticio en un patio invisible duerme el destierro del mundo
hoy voy a brotar como un pan de miel y su candidez de bestia silenciosa
en la resurrección del círculo ha de gritar la entraña de la música
todo lo que olvido me separa lentamente de la claridad insoportable
en el otoño las luciérnagas sonámbulas, las criptas, los mutilados del amor
los árboles inasibles donde escribo y me detengo
calles con animales sonámbulos e inquietos
el vacío de muchos pájaros entregados a la hiedra en vorágine de trinos
corro por los pensamientos que ya no pueden pertenecer a la madera mística
son míos
dudo
hay un lápiz de pena inmaculada
una fracción de vida que se inclina
la aburrida filosofía de todos los comienzos
nunca sabré como desleer el sueño
si he de volver una mujer intacta en su imposible beatitud respirará escandalizada sobre las frutas
construyo jaulas con rapidez ósea
soy la artesana custodia de los nombres
la nada de barcos innumerables
el todo de la muerte desplomándose
en el profundo silencio vegetal de una conciencia cruel, condenatoria
la arquitectura de la cueva es un incendio latiente
Aún vivo en ella
con una claridad de vidrio transparente cuya grave crisálida condena
sin un gesto
sin rostro
ante la demolición absurda de un desasosiego nómade
cuyas claves conjuro amordazado desdibuja
sutil como un torbellino de sol innumerable
Metáforas inasibles
ResponderEliminarAdjetivos innumerables
Trasiego por la nada
Buen poema, gracias