Tu sed que no sacias es la soledad del fuego.
tiene piel a jirones, desgarros de vaguedad en un círculo siniestro,
ha desaparecido
el poderoso frente de letras
la ventana se ha cerrado,
Eres grave crisálida del mas feroz desencuentro
vas con toda las muertes enredadas en el pelo
una sustancia mordaz de cabellera incendiada en el oro del espejo
No existe más que el dolor
el vientre vacío
la explosión de los ojos
los brazos muertos
Parpadeo transparente
trópico informe
mutilación del silencio
Eres espesa y gradual como una hora que advierte
la espesa consecuencia de los olores del viento
cobras intensidad de puertos que no navego
interrogas calles pasajeras del desierto
hablas de tí con húmeda tristeza de navíos huecos.
Toda tú
ola invencible de mármol
verde cuello de luna
toda tú
ave agónica, vértebra de insectos que se separan del cuerpo
soplo de venas cerradas
Beso tu frente estampido de electricidades varias
cuelgo mi ropa en tu pecho.
Esa contagiable memoria de pájaros dormidos en la ventana del tiempo
pronto pareces un gajo de estrellas
un libro de musgo
los labios de ceniza que golpean los anaqueles con pinceles violentos.
Solo espero
ha de llegar la hora de besar los sonidos con los pianos inútiles
de tus peligros tiernos.
descúbrete de mí.
Descúbrete.
gastada de amor bárbaro
solísima como el reflejo de los tigres en el sueño.
El nombre de tu ciudad es el metal en que muero.
Laura Martínez Coronel
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